sábado, 7 de mayo de 2016

Cosme Jiménez Villahermosa: La niña y la mariposa

LA NIÑA Y LA MARIPOSA

Sé que me acabo de despertar. Estoy absolutamente segura. Pero este reencuentro matutino está siendo más complejo que otros días. Tengo la rara sensación de no reconocerme. Doble despertar, diría yo. Por un lado me siento  la niña de ayer; por el otro, noto que se superpone una persona diferente. Me lo está diciendo el espejo, mi conciencia, el desconocido y agradable olor de mi cuerpo, el de la mañana...  Me cuesta aceptar que, conmigo,  se ha despertado otra Sonia. Ya sé que no puede ser, pero ¿cómo podría traducir en palabras lo que estoy percibiendo? Seguramente mamá sabrá explicármelo, aunque si no atino a decirle lo que me ocurre, podría preocuparse. Porque, ¿le digo que hoy no me apetece llevarme al colegio el osito de peluche, que me resulta ridículo? ¿Le cuento que me he pasado delante del espejo el doble de tiempo que otros días por si veo a Raúl y le confieso que no estoy segura de ser yo? ¿Protesto porque empieza a sentarme mal que me digan “la niña”? ¿O se lo explico con esta caja de gusanos de seda diciéndole que soy a la vez el gusano y la mariposa?

En realidad llevo varias semanas sorprendida de mí misma. Pero hoy, más que sorpresa, encuentro placer. Placer en el peinado, en la falda que he escogido, en hurtarle a mamá la barra de labios,  en ver esta luz de la mañana que entra generosa por el balcón abierto de la alcoba. Me dejaré en casa mis mascotas, los muñecos de siempre.  Hablaré de esto con mi amiga Tere. Hace tiempo que ella tampoco se los lleva.

Empiezo a esclarecer la conversación que mantuve con mamá. Con qué delicadeza me lo contó. Me dejó esta bolsita para que la tuviera a mano. Intuí desde que me desperté, que este día iba a ser diferente. Creo que soy consciente de mi propia metamorfosis. Qué feliz se va a poner mamá cuando le diga que hay en casa otra mujer.

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